El sueño conservacionista: A un paso del establecimiento del Parque Nacional Patagonia
El
pasado 14 de marzo de 2013 se celebró la noticia. A través de un proyecto
presentado por el diputado por el pueblo de la localidad de Los Antiguos, Oscar
Sandoval, y con el asesoramiento y respaldo de las ONGs Ambiente Sur y Aves
Argentinas, la Fundación flora y Fauna Argentina en conjunto con la
Administración de Parques Nacionales, se logró que 34.011ha. de estepa
patagónica sobre la meseta del Lago Buenos Aires, fuesen cedidas por la
provincia de Santa Cruz al Estado Nacional con el propósito de la creación del
Parque Nacional Patagonia.
La
importancia del logro recae fundamentalmente sobre el hecho de que el parque
nacional comprenderá en su extensión una zona de humedales vital para la
conservación de macá tobiano (Podiceps
gallardoi), ave endémica (que no habita otras partes del mundo) del
territorio patagónico y Monumento Natural Provincial de Santa Cruz, la cual se
encuentra actualmente en peligro crítico de extinción. Haciendo un poco de
memoria, hace tres años que Ambiente Sur y Aves Argentinas presentaron su
iniciativa para la creación de un área protegida dada la urgencia de elevar la
protección de la especie amenazada y sumar los esfuerzos en una zona ya catalogada
como AICA “Áreas Importantes para las Aves” por el programa homónimo liderado
por la federación BirdLife International.
Hoy
podemos decir que se ha logrado dar un paso importantísimo, sino trascendental,
en la conservación de una porción de territorio que ha sido históricamente
maltratado por una mala administración y una sobreexplotación ganadera cuyo
costo es, ni más ni menos, el 77% del territorio santacruceño con una
desertificación que va de grave a severa. Pero no sólo eso, la estepa ha sido
siempre infravalorada, pensada como un lugar desierto donde “no hay ni un
árbol”; un paisaje duro y salvaje, donde el verde, acostumbrado sinónimo de
vida, no existe, o mejor dicho, no se sabe ver. Sin ir más lejos, sería
correcto decir que fue esta misma desapreciación
de la estepa santacruceña (porque no podríamos hablar de una apreciación) la
que, entre muchos otros eventos desafortunados, colocó en esta nefasta
situación a este pequeño tesoro nacional, como lo es el macá tobiano, hoy una
de las “figuritas” difíciles en el álbum de observación de aves.
Pero
el parque no sólo protegerá al macá y a su principal zona de reproducción. En
la región también existen otros tipos de aves endémicas, especies particulares
de reptiles, mamíferos y vegetación cuya distribución es restringida, así como vestigios
arqueológicos que evidencian la presencia del hombre en la región y que son
parte inherente de nuestro patrimonio como habitantes de este territorio y que,
como tal, merecen de nuestra protección y consideración para atender a su
valoración.
Además
de los beneficios derivados de la protección ambiental, se espera que el parque
produzca beneficios sociales importantes para la comarca noroeste, desde una
herramienta importantísima para la educación ambiental hasta una ampliación de
las ofertas turísticas que promocionan las localidades cercanas, dando la
posibilidad de establecer un circuito turístico que despierte el interés, la
curiosidad y el encanto, tanto de locales como de extranjeros, y que a la vez
impulse el desarrollo sustentable de la zona.
Ahora
bien, es importante recordar que un parque nacional no se crea de la noche a la
mañana. Es un proceso que requiere de tiempo y planificación. Se inicia con la
sesión de las tierras y llega a su cénit, de algún modo, con la integración de
la comunidad, puesto que dependerá de ella su protección y cuidado continuo. Deberán
convertirse en sus leales guardianes.
Un
parque nacional no es sólo una parcela, un trozo de territorio que se elige
para ser apartado como si se tratase de un lugar sagrado cuyo único propósito
es permanecer intacto, por quién sabe hasta cuándo. No es posible separarnos de
lo que nos es inherente. Un parque nacional se debe a su gente; y la gente se
debe a su parque nacional. Porque un parque nacional existe en todas las
dimensiones posibles, y puede que, también, la más importante sea la simbólica.
El sólo hecho de que una sociedad conceda parte de su territorio, que bien
podría utilizarse para otras actividades que den un rédito automático, por reconocimiento
del valor que se le profesa, para su protección y para garantizar que las
generaciones futuras también podrán disfrutarlo, porque es patrimonio, y como
tal pertenece a todos, no hace más que mostrar lo mejor de nosotros.
Ninguna de aquellas otras formas de protección, sin embargo, hace o expresa lo que un parque nacional hace y expresa. Ninguna encarna la idea de una posición ciudadana nacional en la especial relación –como usuarios en el presente, como garantes del futuro –con una atesorada parcela del mundo natural. Sólo los parques nacionales logran eso. Ellos hablan más fuerte y con más orgullo sobre los dones especiales de un país, y sobre sus ideales. (...) Nuestros parques nacionales son buenos, sólo tan buenos, como la intensidad con la cual los atesoramos.—David Quammen
Aconsejo,
si aún no lo ha visto, el destacado documental “El Ocaso del Macá Tobiano”
dirigido por Marcelo Viñas y Juan María Raggio, narrado con pericia por Ricardo
Darín y acompañado de la inigualable música compuesta por Gustavo Santaolalla.
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